DE SILENCIOS Y CURIOSIDADES. DE LEYES Y RESPONSABILIDADES

Cristina Fernandez de Kirchner

Hace
ya varias semanas desde los medios de comunicación hegemónicos, los sectores
del poder real en la Argentina y, crease o no -según pude leer en letra de
molde-, también desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los brokers de
Wall Street, se especula con “el silencio
de la vicepresidenta”
y su posición respecto de un posible acuerdo con el
FMI por los 57.000 millones de dólares que pidió el gobierno de Mauricio Macri
en el año 2018, de los cuales se alcanzó a desembolsar en menos de un año, la
bonita suma de 44.500 millones de dólares. 

Se
preguntan “¿qué va a hacer Cristina
respecto de esta cuestión?”
. Sólo para reflejar el grado de confusión que
se pretende instalar, elijo al azar uno de los titulares que se han publicado: “El FMI, la lapicera de Cristina Kirchner y
la disputa que recrudece de Alberto Fernández con la vicepresidenta”

(SIC). 

Sin
embargo, la actitud más curiosa proviene de la coalición opositora que ha
ganado, a nivel nacional, las elecciones parlamentarias celebradas el 14 de
noviembre pasado. Declaraciones como “no
vamos a decir nada del acuerdo con el FMI hasta que Cristina no opine”
son
moneda corriente  en portales, programas de TV y redes sociales. 

¿En
serio que los mismos y las mismas que trajeron de vuelta el FMI a la Argentina,
reiniciando el ciclo trágico de endeudamiento que Néstor Kirchner había
clausurado en el año 2005, hoy no se hagan cargo de nada? 

¿En
serio que los mismos y las mismas que recorrieron el país y los canales de
televisión recitando el mantra “hay que
quitarle la mayoría a Cristina en el Senado para que el Congreso no sea una
escribanía del gobierno”,
ahora quieren que “Cristina defina si el acuerdo con el FMI está bien o está mal”? 

¡Vamos!
¡Por favor! La política debe dejar de ser sólo un show para la televisión. A
partir del 10 de diciembre de este año y por primera vez desde 1983, con el
advenimiento de la democracia, el peronismo no tendrá quórum propio en la
Cámara de Senadores de la Nación. 

Cuando
se busca el voto popular en elecciones libres y sin proscripciones se debe
ejercer la responsabilidad de esa representación. Más aún, cuando se han ganado
las elecciones. ¿O para qué quieren las bancas? ¿Para cobrar la dieta? ¿O tal
vez para viajar al exterior con pasajes gratis y viáticos en dólares? ¿Para
posicionarse de cara al 2023? 

Debo
confesar que no me sorprende la irresponsabilidad política de la oposición. La
historia de nuestro país está plagada de fuerzas políticas que llegaron al
gobierno diciendo una cosa e hicieron exactamente lo contrario una vez que
atravesaron la puerta de la Casa Rosada.

Las leyes y las
responsabilidades. 

El
11 de noviembre del 2020 el Poder Ejecutivo Nacional envió al Senado de la
Nación el Proyecto de Ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda
Pública. Excelente iniciativa que tuvo como objetivo principal evitar que
pudiera repetirse en la historia argentina una experiencia similar a la del
gobierno de Mauricio Macri, que nos endeudó en apenas un instante de forma
extraordinaria, exorbitante e insostenible sin pasar por el Congreso de la
Nación. 

Permítanme reproducir
textualmente el artículo 2 de aquel proyecto: “Dispónese que todo el programa
de financiamiento y operación de crédito público realizados con el Fondo
Monetario Internacional (FMI), así como también cualquier ampliación de los
montos de esos programas u operaciones, requerirá de una ley del Honorable
Congreso de la Nación que lo apruebe expresamente.”

19
días después de ingresada aquella propuesta, que contaba con apenas 5
artículos, el Senado de la Nación la aprobó con 65 votos favorables y una
abstención. La Cámara de Diputados no se quedó atrás. Con fecha 11 de febrero
del 2021, la convirtió en ley -bajo el número 27.612- con 233 votos
afirmativos, 2 votos negativos y 2 abstenciones. 

Como
se podrá observar, surge a simple vista que la totalidad de las fuerzas
políticas de ambas coaliciones asumió la responsabilidad de decidir si se
aprueba o no, lo que el Poder Ejecutivo negocie y acuerde con el FMI. Todo ello
sin perjuicio de que es el titular del Poder Ejecutivo quien lleva adelante las
negociaciones en ejercicio de su responsabilidad constitucional en esta
materia.

Vale
la pena aquí parafrasear y corregir el título al que hiciéramos mención al
comienzo de este texto: la lapicera no la tiene Cristina… siempre la tuvo, la
tiene y la tendrá el Presidente de la Nación. Y no lo digo yo, lo dice la
Constitución Nacional. Que a nadie lo engañen sobre quién decide las políticas
en la Argentina. 

Argentina,
como el resto del mundo, fue y sigue atravesada por la pandemia y los riesgos
de una mutación y retorno permanentes. Nuestro país además, tiene el peso
inédito
de una deuda también inédita con el FMI. Es un momento histórico de extrema
gravedad y la definición que se adopte y se apruebe, puede llegar a constituir
el más auténtico y verdadero cepo del que se tenga memoria para el desarrollo y
el crecimiento CON INCLUSIÓN SOCIAL de nuestro país.

¡Y
ojo! Que nadie está hablando de desconocer deudas. Creo que el kirchnerismo (y
permítanme utilizar el “ismo” para de algún modo homenajear la formidable
gestión de quien fuera mi compañero de vida e identificar un proceso político
del peronismo) tiene un atributo histórico que es el de haber pagado las deudas
que generaron otros gobiernos. Basta recordar una vez más la cancelación de la
deuda con el FMI llevada a cabo por Néstor Kirchner, así como también la
reestructuración de deuda llevada a cabo en 2005 y en 2010 con acreedores
privados, con la quita más grande de capital e intereses de la que se tenga
memoria.

He
sido legisladora nacional desde el año 1995 hasta el año 2007, cuando fui
electa por primera vez como Presidenta de la República Argentina. Me tocó vivir
como ciudadana, al igual que todos los argentinos y argentinas, momentos muy
difíciles y como Senadora y Diputada nacional tener que votar en situaciones de
gravedad institucional sin precedentes. Y siempre voté de acuerdo a mis ideas y
convicciones, lo que no pocas veces me deparó algún que otro inconveniente.
Hoy, como marca la Constitución y la ley 27.612, no es Cristina… son los y las
257 diputados y diputadas y 72 senadores y senadoras quienes tienen la
responsabilidad legal, política e histórica de aprobar o no cómo se va a pagar
y bajo qué condiciones la deuda más grande con el FMI de todo el mundo y de
toda la historia.

También
he sido Presidenta de la Nación por dos períodos consecutivos. En el año 2010,
me tocó completar la reestructuración más exitosa de deuda soberana de la que
se tenga memoria realizada, paradójicamente, por quien fuera el Presidente que
con menos votos asumiera la primera magistratura en toda la historia argentina.
Vaya mi homenaje, una vez más, a tanta capacidad, tanta voluntad y tanto coraje.
Cuando como Presidenta me tocó decidir, no cedí a la extorsión de los Fondos
Buitre porque ello significaba desconocer los derechos de todos aquellos
acreedores externos que de buena fe habían acordado con el Estado argentino en
2005 y en 2010, con consecuencias irreparables para la Argentina. Aún recuerdo
cuando en el año 2016, ya con Mauricio Macri en el gobierno, se discutió en el
Congreso de la Nación la derogación de las Leyes de Pago Soberano. 

Aún
retumba en mis oídos el eco de los discursos de algunos compañeros y compañeras
legisladoras que votaron en contra de aquella derogación y premonitoriamente
sostuvieron que a partir de allí se iba a iniciar un proceso de endeudamiento
que indefectiblemente culminaría con la vuelta del FMI a la Argentina. Aunque
debo reconocer que ninguno de ellos ni de ellas, como así tampoco quien escribe
estas líneas, nunca imaginamos la magnitud de lo que iba a suceder. 

Tampoco
olvido y, además comparto plenamente, el discurso del Presidente de la Nación
del pasado 9 de julio en la conmemoración de la gesta de la Independencia en la
Casa de Tucumán:

“Todos los días peleo porque la Argentina
se ponga de pie, y todos los días peleo contra los que quieren ver de adentro a
la Argentina arrodillada. Y no paro, y sigo, y acordamos con los acreedores
privados, estamos negociando con el Fondo. ¿La Argentina sabe que este año, de
acá a fin de año, tenemos compromisos por casi 5 mil millones de dólares que
afrontar con el Fondo, tomado por un gobierno que asumió ese compromiso hace
dos años atrás? ¿La Argentina lo sabe? Y además me reclaman que arregle rápido.
Mi modelo no está en los que mandan balas de goma a Bolivia. Mi modelo sigue
siendo San Martín, Güemes y Belgrano. Nunca esperen de mí que firme algo que
arruine la vida del pueblo argentino, nunca, nunca. Y espero que me entiendan,
porque si alguien espera que yo claudique ante los acreedores o que claudique
ante un laboratorio, se equivoca. No lo voy a hacer. Antes me voy a mi casa,
porque no tendría realmente cara para entrar en esa sala si hiciera algo
semejante”.

Que
Dios y la Patria los ilumine a todos y todas. Los argentinos y las argentinas
lo necesitamos.